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| Devoto del dios Shiva haciendo pooja. Foto: Piyal Adhikari/European Pressphoto Agency |
Las bodas de Shiva
Podríamos decir que originalmente el concepto de festival estaba anclado en una noción espacial y temporal relacionada con los ciclos de la tierra y de manera casi naturalmente extensiva, a la psique humana (aunque la cultura techno y las fiestas de trance de mas de 24 horas se han encargado de usurpar dicho concepto). Tenemos festivales de fin e inicio de cosecha, aquellos que celebran los ciclos de la luna, los equinoccios etc. A base de repetición, como un río erosionan el trazo urbano y rebautizan las referencias geográficas de las ciudades e incluso, por unos días dictan los cambios en el metabolismo de la polis. Son eventos de la vida comunitaria que marcan el ritmo del tiempo, generando a su vez otros rituales y códigos que terminar por ser unos de los pilares de la identidad de tales universos culturales. Así pues, son estas fechas consideradas como las más propicias para darse 'una idea' de como es tal o cual cultura. El Maha Shivaratri (Gran festival de Shiva) celebrado prácticamente en cada centro urbano donde haya una comunidad hindú es uno de ellos y Varanasi, la ciudad del dios de las voces y del veneno es sin duda el mejor lugar para vivirlo.
Ahora bien, hay una gran diferencia entre observar / asistir a un festival y ser parte de él. La primera se encuentra detrás de la línea de la no-particpación, de la mirada supuestamente objetiva y hasta científica del agente externo que decide ver como 'los otros' le dan sentido a su vida; la segunda consiste en salir de zona de confort, dejar a lado nuestros propios sedimentos culturales y dejarse llevar por la danza de símbolos que están pasando a nuestro alrededor. Después de mucho tiempo y muchos festivales (en gran parte RAVES) creo, que la diferencia entre estas dos formas es tan grande, que ni siquiera es posible compararlos.
Shivaratri 2012, para quien esto escribe, marcó también un ciclo personal que no terminaría hasta el año siguiente (pero eso en la próxima entrada). Fue hace un año cuando oí hablar de las Bodas de Shiva con Parvati mientras gastaba mis primeras horas en la riviera del Ganges. A los pocos minutos despues aprendí de una Baba que en vez de fechas, el festival se organiza a partir de los ciclos de la luna (Shiva Chandra la fase creciente de la luna cuando aparece apenas como una uña en el cielo), que los tres días de duración son por la celebración de las nupcias entre las dos deidades, que Parvati es la reencarnación de Sati, el primer amor del dios-asceta y que al tomar consciencia de donde venía ayunó hasta llamar la atención del dios-asceta.
La celebración empezaría al caer la noche, se recomendó a los mujeres evitar salir solas pues habría muchísima locura en los ghats.
La celebración empezaría al caer la noche, se recomendó a los mujeres evitar salir solas pues habría muchísima locura en los ghats.
Ese día, todavía muy poco documentado visité uno o dos templos al azar, puse a cargar mi cámara y me preparé para asistir al Dhrupad Mela (cuatro noches de concierto caracterizadas por tener Pakawash como instrumento de percusión en vez de la tradicional Tabla). Antes de llegar encontré al mismo Baba al frente de una tinaja de algo que parecía ser yogurt. Irradiaba de esa desconcertante franqueza que gozan los indios mientras mezclaba la substancia con sus propias manos sumergiéndolas hasta la altura del hombro. Era Bangh Lassi ó Lassi de Marihuana, la bebida obligada para la ocasión. A su alrededor se encontraban otros hombres jóvenes fumando chillums, algunos otros bhramines y hasta un policía parado a la distancia, sosteniendo su vara de bambú e intercambiando chistes con los comensales. El también (pero esto lo dijo extraoficialmente) había saboreado de una de las bolitas negro-marrones (preparadas por medio de moler, hervir y exprimir tallos, hojas y cogollos de plantas de marihuana hembra y macho) por la mañana. Al final, no fue uno sino varios lassis los que me tomé a lo largo del camino de 15 minutos al concierto. Cada Ghat, con su pequeña corte de Babas y Poojaris celebraba la noche con uno de esos tambos de bebida místico-mágica y la etiqueta del asceta hindú es muy rigurosa al plantear que todos deben honrar a Shiva con un vaso de ella.


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